Baix Empordà. Son las 09.00h y ponemos rumbo a Lacoste, en el Parque Natural del Luberón; unos grandes amigos nos esperan para compartir momentos, risas, gastronomía y todo el encanto de esta magnífica zona de la Provenza francesa. Por delante, cuatro horas de camino: La Jonquera, Narbonne, Montpellier, Nimes, Orange, Avignon y un último tramo de carretera secundaria envuelta de alta naturaleza. Predominan los manzanos, pinos, olivos y las tan emblemáticas extensiones de lavanda y vides. Nos transportamos a la novela de Peter Mayle “Un buen año”, años más tarde convertida en película por Ridley Scott, enamorado y vecino de la zona, y protagonizada por Russel Crowe y Marion Cotillard.
Llegamos a Lacoste, con dificultad de aparcar el coche, reflejo de este pequeño, tranquilo y olvidado en el tiempo lugar, nada pretencioso pero de tal sutileza que permitirá disfrutar del lujo más discreto. Dos calles estrechas y de gran pendiente configuran casi por completo la ergonomía del pueblo. Deleite por su arquitectura medieval, en su colina se presenta iluminado el Castillo del Marqués de Sade, dejando claro en todo momento que Lacoste jugó un papel fundamental para los protestantes en la lucha de religiones siglos atrás. El Castillo es propiedad de Pierre Cardin, “inventor” del prêt-à-porter; y es que Lacoste es sinónimo de arte y moda; en él, el modista está muy presente así como la escuela de arte y diseño SCAD (Savannah College of Art and Design). Lacoste es, sin duda, un pequeño gran lugar con alma que nos permitirá otear asombrados su silencio y colores gracias a sus generosas estampas del Valle del Luberón.
Durante los próximos 4 días nos aguardan grandes experiencias locales:
Visitamos Gordes, pueblo configurado a lo largo de la empinada colina de Vacluse que nos permite ver desde la distancia cómo el pueblo se erige perfectamente integrado en su entorno a partir de las casas de piedra clara y con cierto tono rojizo al atardecer. En Gordes, la Bastide de Pierres para degustar la mejor pizza de la región en una terraza de simpática competencia franco-italiana. Nuestra visita concluye con un “aperitive” en el Hotel La Bastide de Gordes, lo más “Cote d’Azure” de la zona. Un lujo relajado que acompañará a nuestro apperol spritz.
Salimos temprano por la mañana para visitar el mercado de Lourmarine. Pueblo donde descansa el escritor y filósofo argelino Albert Camus, autor de grandes referencias literarias como La Resistencia o La Peste. Aparcamos en una gran explanada y atravesamos caminando un gran campo florido; a nuestra derecha un imponente castillo renacentista. Lourmarine tiene gran número de tiendas, restaurantes y una amplia variedad de galerías de arte. Los viernes de primavera y de verano se celebra un mercado regional en sus calles, bajo grandes plataneros que, generosamente, nos dan sombra para refugiarnos del sol en días de intenso calor. Flores, verduras, quesos, textiles de lino, sombreros de panamá, cerámica,… el mercado ofrece una extensísima gama de productos artesanales y de proximidad. Las calles huelen a pan y a lavanda. De repente, música en directo; a nuestro paso suena “The girl from Ipanema” en versión francesa. Tomamos asiento para un “café au lait” acompañado de un croissant. Nos despedimos de Lourmarine tras comprar salsa pesto con trufa, crema de alcachofa, múltiples frutas y verduras y unos cestos de mimbre artesanales para unos amigos de los Estados Unidos.
Visitamos Bonnieux, pueblo elevado sobre el Petit Lubéron y el cual señalamos la noche anterior durante la cena pues, desde Lacoste, se representa en forma de un gran barco iluminado en medio del Valle. Damos un paseo en busca de productos locales. Anticuarios, galerías de arte, restaurantes (destaca el Restaurant L’Arome)… y una panadería emblemática y tradicional, situada en el centro del pueblo, con unos intensos aromas a pan recién horneado que se disfrutan metros y metros antes de llegar al establecimiento. Compramos tres unidades de “gros pain”, la baguette característica del Luberón. Impecable. Nuestro recorrido culmina en la charcutería Isnard, muy concurrida por la gente local. Hay una cola considerable que nos permitirá una divertida conversación con un peculiar hombre, típicamente rural, de rostro serio y gran sabiduría. Es nuestro turno, nos atienden los propietarios, Alexandre y Julien, ambos con nombre de Emperador. Compramos una gran selección de quesos destacando el queso Bannon, muy popular en el Luberón y característico al estar envuelto en una hoja de castaño. Compramos también un gran gran trozo de roquefort Papillon, el “mejor roquefort del mundo” según la gente local. En la cena tendremos el privilegio de poder corroborar tal grandilocuente categorización.
El tiempo apremia. Es la hora de comer y ponemos rumbo a Menerbes. Son las 13.00h y tenemos reserva en el Restaurant Bistrot Le 5. Una mesa esquinera, bajo la sombra y en primera línea de la panorámica y abrumadora vista del valle. Entrantes frescos, pescado y vino de la región. Tras el almuerzo, y para ayudar a la digestión, un paseo por este bello pueblo donde residió Dona Maar. Pintora, fotógrafa y amante de Picasso.
Al día siguiente visitamos el pueblo de L’isle-sur-la-Sorgue, reconocida ciudad por sus galerías de arte, anticuarios y su configuración como un conjunto de islas debido al río Sorgue, que divide la ciudad en muchos canales. Visitamos sofisticadas tiendas a la vez que sombríos e interesantes anticuarios. Almorzamos en Le Jardin du Quai, restaurante con un enorme jardín repleto de plantas, flores y fuentes de agua. En medio, nuestra mesa para disfrutar de un menú típicamente francés: pistou frais de legumbres seguido de tartar de beauf y, para acabar, tarte de figues. El Chef nos acompañará en una distendida conversación sobre gastronomía y… el FC Barcelona.
Amanece nuestro último día en esta maravillosa zona del Luberón. No podemos llegar a España con las manos vacías en un lugar gastronómicamente tan relevante. Así, dedicaremos la última mañana a llenar la cesta de la compra en el mercado Marché Paysan de Coustellet. Se trata de un mercado local desenfadado, donde los agricultores vecinos ofrecen sus productos encima de simples tablones de madera. El ambiente huele a frutas, la gente se saluda cariñosamente y las calles transitan llenas. Compramos, entre otras maravillas, pan La Festive, tomates como puños, melón, quiche lorraine, tarte de pomme de terre (tortilla de patata afrancesada, – ¡un diez!), mermeladas y confituras. Descargamos la compra en el coche, el maletero va repleto, y tomamos un café con pastas en La Vie en Rose. Lugar muy curioso y de gran personalidad. Todo es color rosa. Manteles, mobiliario, uniformes, pasteles, cubiertos,… Parece salido de unos dibujos animados. Pero tal extravagancia y atrevimiento esconde una de las mejores pastelerías y sala de té de la región. Compraremos eclaires para llevar.
Nuestra visita al Luberón culminará con un almuerzo repleto de abrazos, sonrisas y agradecimientos con estos grandes amigos que nos han permitido palpar con gran sinceridad, proximidad y autenticidad esta vida provenzal del Luberón tan de película.
Dedicado a nuestros queridos amigos B, X et S.
Agosto 2021
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